19 mar 2009

EL SENTIMIENTO DE CULPA parte II

EL SENTIMIENTO DE CULPA -parte II-


EL SENTIMIENTO DE CULPA -parte II-Dos principales contextos influeyn en la construcción de dicho sentimiento:1. La cultura y el medio social en el que uno se halla inserto, dejando pautas entre lo que está bien y está mal, entre lo adecuado y lo inadecuado.2. El ámbito familiar, sus costumbres, estilos, posturas de vida, herencias e historia, que luego son transmitidos por medio de frases y actos.Ambos producen que uno sea más sensible, susceptible, a determinados momentos, situaciones, individuos que nos afectan.

La “culpa” se diferencia de la “responsabilidad” principalmente por el manejo del criterio y por la intensidad del hostigamiento posterior que uno mismo se hace a sí mismo. Al decir de Marcos Aguinis, “…La responsabilidad es la hija de la culpa…”.

El sentimiento de culpa es necesario para que coexista una sociedad y permita existir interacción entre los miembros.

En toda comunicación existe un emisor y un receptor. Ambos promueven reacciones uno al otro. Sabemos bien que de acuerdo a lo que escuchamos, accionamos; así como de acuerdo a cómo respondamos, habrá un efecto determinado.

Pongamos una frase a modo de ejemplo. Supongamos una escena entre madre e hija. La hija va a visitar un tiempo a su madre. En un determinado momento, la hija comienza a levantarse, y la madre, como suele suceder, le dice: -¿Ya te vas?

Muy comúnmente, la primera sensación y posterior reacción ante esta frase suele ser de incomodidad y enojo.
¿Por qué ocurre esto?
En esta simple frase se condensan otros sentimientos y pensamientos por parte de la madre. Algunos de ellos podrían ser: “¿Tan corto tiempo me dedica?”, “¿No se da cuenta que la necesito?”, “Yo siempre quedo como lo último para hacer en su vida”, etc.
¿Y qué pensamientos y sentimientos podría sentir la hija, al escuchar esa frase?
“Nada le alcanza”, “Siempre me pide lo mismo”, “No entiende que tengo otras cosas que hacer”, etc.

La frase, en realidad, suele estar marcando algo que está en falta, algo desmedido, que denota incomprensión y falta de tolerancia.
Denotaría una demanda de amor y atención, de contención y escucha, de poder estar siendo acompañada y no pasar a ser “algo” que se debe cumplir.

El sentimiento de culpa es puesto en juego, pues hay algo que no termina de decirse. Desde la madre, su necesidad de ver a su hija y poder disfrutar como antaño; desde la hija, el sentimiento de que no alcanza lo que ella le da a su madre y que se encuentra en una permanente falta ante ella.

El sentimiento de culpa, además, promueve la auto-censura, tiende al sufrimiento, y aumenta el sentimiento de estar en deuda.

Solemos “castigarnos” crudamente cuando sabemos que algo no fue hecho como correspondería hacerse, hostiga nuestro sueño y no nos permite ·desenchufar” nuestros pensamientos, reviviendo una y otra vez la misma escena, con diferentes matices y posibles desenlaces.

Entonces, ¿Qué solución podríamos proponer ante todo ello?

En primera medida, deberíamos incorporar el concepto que siempre tendremos una deuda “impagable”. Dicha deuda puede ser real o fantaseada, no interesa. Puede responder a un ideal que se nos exige, o bien un ideal que ya tenemos dentro de nuestra cabeza y no nos podemos dar el permiso de soltarla.

Asimismo, este estado de “estar en falta”, construye una posición, un estilo de vivir la vida misma, lo cual logra acotarnos en permisos, y nos impulsa a detener toda suerte de derecho a disfrutar y sentir el placer mismo de vivir.

En materia de diálogos transformado sen reproches, una de las mejores estrategias es sencillamente un cambio de estilo, una ruptura de paradigma. ¿Cómo es esto? Simplemente cambiando aquella desgastada modalidad de comunicación, y promover una diferente. En lugar de emitir quejas, buscar la forma de invitar a que el otro se acerque. En lugar de protestar por recibir siempre del otro puros doble mensaje embebidos en culpa, cambiar la temática o utilizar el humor para desubicar a nuestro “agresor”.

En el libro de Deuteronomio (Devarim), del Pentateuco (Torá), en los últimos capítulos figura el concepto central del libre albedrío. Uno tiene la posibilidad de elegir el camino del bien o el camino del mal. Y agrega: Ubajartá bajaim lemaan tijié atá vezaréja letová, Y elegirás el camino de la vida, para que vivas tú y tu descendencia, para el bien.

Cuando elijo, soy libre. Cuando soy libre, puedo hallar otros caminos para no desbordar en deudas y sentimientos de culpa vanales…