5 mar 2009

EL SENTIMIENTO DE CULPA 1ra parte

EL SENTIMIENTO DE CULPA I –
Resumen de la exposición 3/3/09

Tomando como relato inicial el conocido texto del Génesis (Bereshit) sobre Adam y Javá (Eva), y sin entrar en su exégesis bíblica, marcaremos el esquema de hechos que ocurrieron en esa escena descripta.

Recordarán que Javá observó un fruto atractivo de un árbol el cual había sido restringido por el Creador (El árbol de la Sabiduría). Luego de tomarlo, busca a su pareja, lo consumen, y luego se producen las consecuencias ya conocidas.

La secuencia podría haber sido así:
Atracción – dudas – tentación – impulso – búsqueda de un aliado – complicidad –

Producto de la intervención Divina, se perciben desnudos (descubiertos ante la falta cometida), generando vergüenza, culpa, y promueve reproches proyectados en el otro.

¿Qué hubiese pasado sin la intervención Divina, es decir, sin la mirada “sancionadora” del Otro? Dicho acto “transgresivo” ¿Hubiese desencadenado semejantes reacciones?

Nosotros poseemos pensamientos y fantasías constantes. Algunas “aptas”, por decirlo de alguna manera, y otras no tanto. Los impulsos son mediatizados por nuestra mente, en general, y son clasificados de acuerdo a las circunstancias reinantes. De la idea a la acción puede haber una brecha, según sea nuestro mandato de la mente.

La secuencia planteada arbitrariamente desde el texto bíblico, bien podría aplicarse a cada circunstancia de la vida diaria.

Nuestro aparato psíquico funciona de tal manera que nos va encaminando a los diversos estilos de vida posibles y admisibles para nuestro entender. Nuestra historia pretérita, los éxitos y fracasos, los aprendizajes y modelos que hemos ido incorporando con el correr del tiempo, van construyendo una modalidad de abordaje en el tránsito de cada situación que se nos plantea.

Una de las instancias psíquicas que nos indica el camino “correcto” es lo que se denomina “super yo”, desde la conceptualización del psicoanálisis. Dentro del mismo hay dos partes, por decirlo simple, que nos regulan constantemente. Una es lo que se llama “conciencia moral”, producto de las enseñanzas y mandatos culturales y parentales; y otra es lo que refiere al “Ideal”, que nos empuja sin darnos cuenta, a buscar alcanzar modelos que satisfacerían a modelos incorporados.

Esta instancia nos exige cumplimiento aunque no llegue a ser totalmente racional y legítimo. Es quien nos hostiga, aturde, obliga; así como la que supuestamente “nos cuida” de hacer un “mal paso” en nuestras conductas.

Asimismo, y entre otros factores, su desmesura promueve lo que conocemos como “sentimiento de culpa”.

¿Qué es exactamente ese particular sentimiento?
Nuevamente, e intentando ser lo más simple posible, es una sensación de estar en falta ante algo, ante otro, independientemente de su propia logicidad, es decir, a pesar de que justifique mi accionar o mi sentimiento, y aún así, no pueda hallar tranquilidad y paz.

Por supuesto que este particular sentimiento –que en un momento es exclusivamente propio- no suele estar en todas las personas de igual manera e intensidad. Dejamos de lado, evidentemente, aquellos que se encuadran dentro de la categoría del “horror”, entendiéndose como aquellos personajes que destruyan a otros, y que su tánatos –su tendencia al mal y la muerte- está liberado incluso con un manto perverso de placer.

La culpa, en los términos aquí mencionados, refiere a dos principales conceptos entrelazados entre sí:
La sensación de estar “en falta”, haber fallado ante un otro (por omisión, respuesta, actitud, modelo)
El sentirse estar siendo evaluado por un otro (ley, mirada, aprobación, amor) y temer ser dejado de lado y dejar de ser “amado”

Consecuentemente, los temores que despiertan estarán referidos al ser descubierto, al reproche y la crítica, y sentirse que uno no pudo responder como “tenía que haber sido”.

El remordimiento y el arrepentimiento son dos consecuencias diferentes. El remordimiento es la reiteración de la escena vivida en nuestra mente, que gracias a ese sentimiento de culpa, nos provoca una revisión y un deseo de que aquello nunca hubiese llegado a suceder (debía haber callado, debía haber respondido diferente, podía haber estado, etc.). El arrepentimiento conlleva a una acción.

Nótese que dentro de esta mezcla de sensaciones aparece siempre el “debería haber…”, es decir, una suerte de punición (castigo) embebida de sensaciones y temores que hacen a que, por ejemplo, nuestra voz interna nos aturda y nuestro descanso sea tormentoso.

No habría “una única receta” para escabullirse de esa voz tormentosa. En realidad depende mucho de nuestro estilo de vida llevado a cabo y de nuestra fortaleza propia para poder decir, por ejemplo, “basta! hice lo que pude”, o bien, “Suficiente! debo resolverlo de una buena vez”.

Nuestra capacidad de utilizar el criterio, de poder desprenderme de aquellas emociones que solo enturbia nuestro razonamiento, de separar las historias familiares vividas a fuego y lo que la situación predominante está en juego, permitirían una posición diferente en materia de resolver, en lugar de permanecer estático e inhibido ante el problema presente.

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