7 may 2012


Las pasiones, los celos y el amor desde las Fuentes y la Actualidad

Son temas sumamente conocidos, escrito y relatados por numerosos autores y pensadores de toda las épocas. A pesar de ello, nunca terminaron de abarcarlo todo, de definirlo en toda su magnitud, en poder poner palabras que los describan plenamente.
Del enamoramiento, al amor, los celos y la pasión; etapas diferentes de una misma moneda de la vida.

Desde las Fuentes, numerosos ejemplos podemos hallar en sus descripciones tan humanas como hasta hoy. El encuentro y el amor a primera vista de Itzjak y Rivká (Isaac y Rebeca), la enorme convicción y entrega de Iaacov (Jacobo) para tener el amor de su vida, su amada Rajel (Raquel) y las consecuencias relatadas junto a la hermana de Rajel –Leah- y las mujeres que cada una tenía a su disposición (Libro del Génesis, caps.24 a 30)

Existen los amores imaginarios, los amores que tienden a salvar al otro (como por ejemplo el amor del hombre ante una prostituta), amores donde siempre hay un vínculo triádico (hay tres personas en juego), así como también últimamente están los cyber-amores.

La pasión, por su parte, sostiene lo irracional, aquello que se basa en sentimientos que no admiten razonamiento y lógica alguna. La obsesión amorosa tiende a adoptar conductas promovidas mayormente por actitudes pasionales, las cuales atraviesan las barreras del criterio y tienden a obtener un dominio y posesión del otro en forma plena.

Las pasiones son sostenidas por medio de fantasías referidas al control y total dominio, a ser el único elegido en el planeta, y a impedir que nadie se cruce en el camino y lo lleve a quedarse solo, perdiendo su amor imposible.

Todo está, de alguna manera, vinculado con la ambición, y ésta lleva a que uno se enceguezca y atraviese portones jamás imaginados.

Es esa sensación que impide pensar en otra cosa que no sea su amor ¿imposible?, tener un total control y dominio de manera de poder seguir siendo el centro único del existir.

En verdad, la tendencia es esclavizar al otro. Sin embargo, al igual que la lectura del “amo y el esclavo”, uno mismo termina siendo esclavo de su obsesión y sed de poder.

El legítimo antídoto será el reconocer que uno no lo puede todo, que no es dueño de la vida del otro, que aunque lo intente de mil maneras diferentes, el otro será quien decida por sus propios medios, y que todo ello lleva a correr el riesgo de no ser elegido.

La humildad, entonces, seguirá siendo la única solución posible para detener ese impulso irracional que no es más que de tener dominio.


LAS ADVERSIDADES DE LA VIDA

Cuando algo inesperado, sorpresivo ocurre, un sinfín de mecanismos se disparan dentro de nuestro ser.
La situación disruptiva requiere de respuesta inmediata. Para ello, uno recurre automáticamente a sus propios recursos aprehendidos, vitales, originarios, que permitirían algún tipo de resolución.

Sin embargo, no siempre reaccionamos del mismo modo, ni tampoco toda situación nos provocaría la misma reacción.

Estamos preparados para afrontar diversidades de estímulos y situaciones inesperadas, aunque pequeñas o grandes, para nosotros, siempre serán adversidades a resolver.

La parálisis o congelamiento, la huída o la evitación, la frialdad o la impulsividad, la confianza y la capacidad de espera, son algunas de las muchas posibilidades a adoptar.

Asimismo, los rasgos de personalidad, la historia de vida, así como la intensidad yreiteración de situaciones complejas, son ellas influyentes en el modo de reaccionar y abordar determinada problemática.

¿Se puede cambiar la forma de ser y reaccionar? ¿Podría lograr mejorar mi modo impulsivo, evitativo, o mi constante negativismo?

Es verdad. Uno tiene ideales marcados a fuego. "Yo debería haber reaccionado haciendo... diciendo... respondiendo...". Frases que expresan pensamientos teñidos de emociones diversas que solo remarcan una falta, una imposibilidad.

Podemos "mejorar" nuestro modo de abordaje, si es que así lo requiriera, solo que nos exigiría mayor introspección y análisis, mayor compromiso y reconocimiento de mis propias limitaciones.

Entender que uno no es perfecto como se lo imagina, aunque resulta obvio dicha afirmación, nuestra cabeza crítica nos señala con todos los dedos: "Debiste haberlo sabido... Debiste haberlo hecho diferente..."

Convicciones, criterio y ajuste a la realidad en la cual estamos insertos, seguridad y búsqueda de apoyo, son algunos de los principales ítems que podría proponerme para el próximo paso a seguir...


 
CLINICA DEL ALMA: Entre la enfermedad y la plegaria

Sabemos bien del dolor físico así como del dolor psíquico. Sin embargo pocas veces solemos hablar del dolor espiritual. El dolor físico es aquel palpable, identificable. El dolor psíquico es aquel que puede ser consecuencia del anterior, promovedora del anterior, o bien que haga su aparición ante frustraciones, disgustos, heridas verbales o actitudinales, y hasta las pérdidas afectivas.

El dolor espiritual es aquel que incluye a los anteriores pues construye una sensación de vacío, soledad, desesperanza, difíciles de sortear con algún simple fármaco o con una terapia convencional.

Sin embargo, debemos decir que los tres se hallan entrelazados y que uno modifica e incide en el otro, ya que somos una unidad indivisible. Los profesionales de la salud o de lo espiritual intentan separarlos, pero ello es imposible.

Dicho dolor no necesariamente se corresponde con lo religioso aunque puede bien contribuir a una mejora temporaria o permanente del dolor del alma.

Las sensaciones placenteras que dan determinados actos de ayuda al otro, las palabras de aliento que un amigo da, la emoción indescriptible que uno siente al maravillarse con un paisaje, la música, un discurso, no necesariamente están vinculados a una determinada profesión de fe.

¿Quién podría poner en cuestionamiento cuando un individuo siente alivio de su dolor por el mero hecho de tener una companía afectuosa, de sentirse amado, de tener un lugar y ser alguien?

Así también, ¿por qué debería rechazarse toda terapéutica que incluya asistir a una Misa, una celebración, elevar una plegaria, entonar una canción litúrgica?

La clínica del alma, entonces, merece la libertad de hallar su propio camino, de sensaciones abiertas a todo tipo de propuesta y estímulo, de búsqueda y convicción, en aras de alcanzar vencer todo dolor que empaña la vida misma...