7 may 2012

CLINICA DEL ALMA: Entre la enfermedad y la plegaria

Sabemos bien del dolor físico así como del dolor psíquico. Sin embargo pocas veces solemos hablar del dolor espiritual. El dolor físico es aquel palpable, identificable. El dolor psíquico es aquel que puede ser consecuencia del anterior, promovedora del anterior, o bien que haga su aparición ante frustraciones, disgustos, heridas verbales o actitudinales, y hasta las pérdidas afectivas.

El dolor espiritual es aquel que incluye a los anteriores pues construye una sensación de vacío, soledad, desesperanza, difíciles de sortear con algún simple fármaco o con una terapia convencional.

Sin embargo, debemos decir que los tres se hallan entrelazados y que uno modifica e incide en el otro, ya que somos una unidad indivisible. Los profesionales de la salud o de lo espiritual intentan separarlos, pero ello es imposible.

Dicho dolor no necesariamente se corresponde con lo religioso aunque puede bien contribuir a una mejora temporaria o permanente del dolor del alma.

Las sensaciones placenteras que dan determinados actos de ayuda al otro, las palabras de aliento que un amigo da, la emoción indescriptible que uno siente al maravillarse con un paisaje, la música, un discurso, no necesariamente están vinculados a una determinada profesión de fe.

¿Quién podría poner en cuestionamiento cuando un individuo siente alivio de su dolor por el mero hecho de tener una companía afectuosa, de sentirse amado, de tener un lugar y ser alguien?

Así también, ¿por qué debería rechazarse toda terapéutica que incluya asistir a una Misa, una celebración, elevar una plegaria, entonar una canción litúrgica?

La clínica del alma, entonces, merece la libertad de hallar su propio camino, de sensaciones abiertas a todo tipo de propuesta y estímulo, de búsqueda y convicción, en aras de alcanzar vencer todo dolor que empaña la vida misma...

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