LOS MIEDOS Y LAS FOBIAS
Parte II
Se dicen de las fobias como aquellos miedos irracionales, incontrolables, desproporcionados e intensos.
Hay fobias “comunes” (la noche, tormentas, soledad, muerte, serpiente e insectos, etc.) y otros que se denominan “ocasionales” (agorafobia, claustrofobia, etc.)
En realidad, sea cual fuese, esta vinculado con un monto desbordante de angustia.
Son acompañados por una serie de manifestaciones somáticas que, de acuerdo a la característica y a su intensidad, van siendo de mayor o menor envergadura.
Las dificultades funcionales del cuerpo pueden ser:
Cardíacas (Palpitaciones, arritmias, taquicardias, opresión)
Respiratorias (Disneas, ataques de asma, sensación de ahogo)
Intestinales (nauseas, vómitos, diarreas)
Así también puede manifestarse:
Temblores, parestesias, vértigo, mareo
Sudoración
Escalofríos o sofocación
Sensaciones de morirse
Las emociones y tensiones contenidas suelen producir un desequilibrio a nivel orgánico, produciendo una alteración de lo que se denomina el sistema nervioso somático y para simpático.
El trastorno de ansiedad generalizada, según el libro del DSM IV –Manual donde están categorizadas todas las alteraciones psíquicas- señala que se refiere a la presencia de ansiedad y preocupación de carácter excesivo y persistente de al menos seis meses.
Es el cuadro que nuclear todas las alteraciones referidas al desborde de angustia.
Por otra parte, y desde hace algunos años, escuchamos nombrar lo que se llama “ataque de pánico”. En realidad es un cuadro de muchos años atrás, que se caracteriza por un desborde emocional que produce diversas sensaciones y alteraciones similares a las asociadas a las fobias.
¿En qué consiste la fobia? ¿Acaso hay algún individuo que no tenga alguna?
En realidad, todos tenemos alguna. La diferencia substancial es cuánto ello nos inhibe la calidad de vida. La característica principal de la fobia es que puede llegar a evitarse de algún modo, mientras que lo que refiere a la crisis de angustia (ataque de pánico), ello es más complejo, comúnmente inmanejable.
Nuestra cabeza cuenta con diferentes estrategias defensivas, que son puestas en marcha cuando algo tiende a provocarnos algún desequilibrio.
En particular, cuando alguna emoción, tensión u objeto peligroso nos acecha, recurrimos a métodos defensivas mayormente involuntarios.
La evitación sería aquella más conciente y manejable. Si algo nos amenaza, la huída o evitación suele sernos efectivo. Sin embargo, no siempre nos resuelve el problema, pues aquello amenazante puede persistir aunque no nos encontremos cerca del mismo.
La negación y la desmentida nos permiten desentendernos de aquello peligroso o doloroso, sabiendo que está, aunque pienso que no amerita ningún peligro inmediato. Sé pero no lo creo sería la formulación.
La inhibición o parálisis dejaría entrever nuestra impotencia a hacerle frente, y por ende, el desborde de nuestras posibilidades.
La impulsividad transformada en una especie de respuesta maníaca, evitará toda suerte de análisis y reflexión, sobreponiéndose a la amenaza de manera inmediata
La racionalización, esto es, la excesiva justificación y análisis, tomaría distancia de las emociones, aunque por dentro permanecería latente, es decir, tratando de poner innumerables explicaciones con el mero fin de distraernos y despreocuparnos en ese momento.
Algunas opciones
He aquí algunas ideas para poder sobreponerse temporariamente a las fobias, sabiendo que en realidad las mismas deberían ser tratadas en un tratamiento con un profesional.
Además de simplemente evitar todo contacto o acercamiento a aquello tenido, podrían pensarse las siguientes ideas:
La posibilidad de buscar asociaciones propias a través de recuerdos, buscando registrar aquellas primeras escenas temidas.
La necesidad de ponerle palabras a todo acontecimiento que nos promueve ese estado de temor exacerbado
El registro de las sensaciones que uno va teniendo, teniendo especial atención a poder diferenciarlas de otros estados anímicos y de emociones desencontradas.
Todo dependerá, nuevamente, de cuánto llega a inhibir a uno la calidad de vida. Después de todo, mientras las fobias no me inhiban salir y hacer mi vida, ¿acaso no podría convivir con ella, como lo vengo haciendo por años?