28 ago 2011

DISCUSIONES, AGRESIVIDAD Y MALTRATO EN EL VINCULO FAMILIAR

Discutir ¿es malo? ¿Para qué se discute?

Comunmente cuando nos referimos a "discusión", pareciera ser que nos remite siempre a malestar, confrontación, pelea, etc.
Sin embargo, también podría entenderse "discutir" como un intercambio de ideas o posturas, de manera de poder encontrarse en el disenso.

Cuando se discute ¿Qué busco? ¿Hasta dónde? ¿De qué formas?
"No me gusta discutir... prefiero callar... Me hace mal..."
¿Por qué debería vivenciarse así? ¿Acaso debería coincidir en "todo"?

En verdad la discusión se convierte en pelea cuando:
1. Se busca obtener la razón
2. Que el otro acepte mi verdad y su error
3. Al querer imponer mi idea por sobre las demás, pues "yo sé lo que digo"
4. En muchos casos, y luego del despliegue inicial, la discusión se torna una búsqueda de dominio y poder. La cuestión sería "no dar el brazo a torcer" pues indicaría debilidad.
5. Cuando el enojo es "acumulativo" y se torna "desmedido", conllevando incluso la expresión de la agresión y violencia.

La agresión puede llegar a ser
1. Verbal (insultos, burlas, ironías, sarcasmo, etc.)
2. Gestual (expresiones gestuales y corporales)
3. Actitudinal (modos conductuales)
4. Física (ya sea directa o por medio de la utilización de objetos)

Esta última refleja el sentimiento de impotencia y la ira ante el otro que es imposible de vencer.
En este punto, suele ser frecuente la diferencia de género. En líneas generales es el hombre quien adopta más la agresión y violencia física por sobre la palabra, mayormente a raíz de no poder "vencer" a la mujer por medio de la utilización de las palabras.

Hay diferentes modos de manifestación del maltrato, como ser:
1. No respetando la libertad del otro
2. El exceso de control, invadiendo todos los órdenes de la vida, privando al otro todo movimiento ajeno a su persona.
3. La manifestación directa de la agresión y violencia, incluso llegando al abuso.

Un aspecto que deberíamos volver a mencionar es el de la percepción subjetiva de los hechos.
Con ello quisiera sugerir el poder tener en cuenta que, por ejemplo, lo que es agresivo para mí, podría bien no serlo para el otro.
Tenemos diferente registro de lo agresivo y lo violento, entrelazado con la historia personal, las experiencias transitadas, los rasgos de personalidad y el umbral de tolerancia.

Por lo general, todo tipo de manifestación que traspasa los límites del diálogo abierto se trocan en una sed de búsqueda de control y dominio por sobre el otro.

¿Qué hacer ante todo ello?

Primeramente deberíamos separar los diferentes niveles de complejidad que tienen estos temas. Es decir, habrá un abanico de posibilidades, intensidad y formatos que adopten todo loo que atañe a discusión, agresión y maltrato.

¿Cuál podría ser un camino?

"Hilel decía: Trata de continuar las enseñanazas de Aharón (hermano de Moisés) que amaba la paz y corría en pos de ella..." (Avot, 1, 12)

La paz no llega genéticamente ni siquiera por orden Divina. La paz hay que buscarla, seguirla, construirla.

En definitiva,
1. Ante una discusión o agresión, poder preguntarme ¿qué busco? ¿qué quiero lograr al imponerme? ¿qué prefiero priorizar?
2. Saber bajar "un escalón" del orgullo y buscar acuerdos, privilegiando lo que verdaderamente me es significativo y legítimo para mi vida y la del otro.




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