13 jun 2009

EL LIBRO DE JOB Y LOS ESTADOS ANIMICOS

El libro de JOB y los estados anímicos ante la crisis

Sin duda, el libro de Job -ubicado dentro de la Biblia (Antiguo Testamento)- es uno de los textos más reveladores de lo que podríamos referir acerca de los desafíos de la vida en el ser humano.

No nos centraremos en su intenso y complejo recorrido, así como tampoco nos basaremos en los que los exégetas han ido proponiendo para su abordaje. Tomaremos de Job algunos pocos párrafos que permitirán desplegar la temática de los particulares estados anímicos ante las pérdidas.

Ante la serie continua de pérdidas, Job dice, entre otras frases: “Le diré a D-s: no me condenes; hazme saber por qué me atacas…”; “¿Cuántos son mis delitos y mis pecados? Mi rebelión y mi pecado Hazme conocer. ¿Por qué ocultas Tu Rostro? (13:20)

Cabe aclarar unos breves aspectos. Todos los comentaristas coinciden en que Job era un hombre de fe; en ningún momento dejó de serlo. Sus preguntas trascienden la confianza en el Todopoderoso. Sus preguntas –que encierran su impotencia e incertidumbre- tienden a poner de manifiesto su dolor y desconcierto ante los secretos de la vida y las tragedias. No puede terminar de comprender cuáles son Sus secretos y Sus caminos (del Todopoderoso).

En otro momento decía: “Está dolida mi alma de mi vida. Dejaré sobre mí, mi queja. Hablaré con amargura de mi alma”

¿Cuáles pudieron haber sido los sentimientos y pensamientos que pudo haber tenido Job ante tantas pérdidas atravesadas? Y ¿Cómo pudo sobreponerse a todo ello?

¿Qué ocurre cuando algo imprevisto surge ante nuestra vida?

Habría una serie de momentos que, de acuerdo a múltiples factores, van sucediéndose en determinados tiempos.

El esquema podría ser el siguiente:
Sorpresa. El impacto nos desequilibra. Hay algo inesperado que nos invade.
Incertidumbre y confusión.
Dolor que puede transformarse en tristeza (identificando el motivo externo puntual) o angustia (ampliado y encadenado con hechos anteriores)
Sufrimiento / Padecimiento
Desesperanza

Estos ítems, de igual manera, estarían siendo afectados por otras variables, las cuales pueden acentuar, acelerar o retardar todo ese circuito planteado:
- historia personal
- postura de vida de su familia
- experiencias vividas anteriormente
- rasgos de personalidad y estructura psíquica
- factores que suman desde afecciones orgánicas y discapacidades

Centrándonos ahora en el término “depresión”, deberíamos diferenciar sus alcances, ya que desde lo cotidiano, innumerables veces se distorsiona su verdadero significado. Es decir, cuando se dice “estoy deprimido”, no siempre quiere decir depresión, sino un desánimo, preocupación, desilusionado, triste, angustiado.

Podríamos plantear, y a solo modo didáctico, algunos niveles de lo que se denomina “depresión”.

Se podría decir de “TENDENCIA” depresiva, a aquellos propensos a decaer fácilmente, presentando signos que se asemejarían a un cuadro depresivo, pero que sin embargo, no tiene los signos típicos del mismo. Podrían sumarse aquí aquellos que tienden a ser negativistas o pesimistas en el curso de la vida y que, ante cualquier obstáculo, lo viven como gigante e imposible.

Las “MANIFESTACIONES” depresivas serían determinadas conductas o actitudes que se pondrían de manifiesto ante un hecho X, aunque ellas no conformarían un cuadro instalado en el sujeto. Serían rasgos que vislumbrarían su tendencia depresiva o bien resaltarían un peligro latente del sujeto, previo a la conformación de un cuadro o episodio depresivo.

El “CUADRO” o “EPISODIO” depresivo, es, en definitiva, la instalación y conformación de una serie de sintomatologías que se extenderían en el tiempo.
El mismo se definiría cuando ha traspasado las dos semanas, viéndose notablemente un cambio radical de un antes y un después de un hecho desencadenante (DSMIV)

Algunas de las manifestaciones sintomáticas pueden ser (tomando que ello se mantiene en la mayor parte del día, todos los días): Estado de ánimo depresivo, disminución del interés y la capacidad de placer en todas las actividades, pérdida o aumento considerable de peso, insomnio o hipersomnia, agitación o enlentecimiento, fatiga y pérdida de energía, sentimientos de inutilidad o culpa excesiva e inapropiada, disminución de la atención y concentración, pensamientos recurrentes de muerte, ideación suicida. Todos ellos pueden enlazarse con otros cuadros, dependiendo de los factores estructurales (forma de ser) y del contexto (su entorno), así como de la no afección (incidencia) de toxicidad (adicciones). (Manual del DSM IV)

Algunas frases de los Sabios

“Desesperanza y disgusto: he aquí el resultado del estado que genera en nuestros corazones, una vida dedicada a la autocomplacencia” A.Y.Heschel

La depresión es una pobre excusa para evitar cumplir el propósito que uno tiene en la vida. Y el sentido de propósito es la mejor manera de evitar la desesperanza.

Gran parte de la depresión proviene de la arrogancia. Si te dieras cuenta de quién eres verdaderamente, no te sentirías tan decepcionado contigo mismo.

Si piensas constantemente en ti mismo, con toda certeza te deprimirás.
Dedica una hora por día en pensar cómo beneficiar a otro.


Algunas salidas posibles
Ante situaciones sorpresivas, que nos sacuden y desequilibran, antes de que se nos enlacen automáticamente con frustraciones anteriores, deberíamos tomar distancia, frenar el tiempo unos segundos, plantearnos: ¿Es para tanto?, ¿Es sumamente grave en sí mismo? ¿Es algo nuevo, que nunca estuvo antes?

Las frases compartidas desde la sabiduría del judaísmo nos permite replantearnos que, en lugar de vernos a nosotros mismos sufrientes, desdichados, teniéndonos lástima y enojo a la vez, elevando duras autocríticas sobre nuestros errores, deberíamos focalizarnos más en el afuera, en los otros, en el seguir adelante, y plantearnos el gran desafío de atravesar esa barrera, y hacer.

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