“A solas o acompañado”
“Todos tenemos momentos buenos y momentos malos. Son parte de los matices de la vida misma. A veces necesitamos que alguien allegado esté junto a nosotros, nos mime, nos escuche, sencillamente esté presente.
En cambio, hay otras veces que preferimos sumergirnos en nuestro malestar, meditar a solas, mirarnos a nosotros mismos, preguntarnos y criticarnos en voz baja, ya que nuestro entorno puede llegar a percibirse con presión y restricción.
Uno tiene derecho a elegir cómo, cuándo y cuánto verdaderamente desea de su entorno o de su soledad, y buscar equilibrar esos momentos particulares. Somos seres libres que podemos pensar, razonar, reflexionar, y decidir qué es lo que verdaderamente necesitamos.
Sin embargo, no siempre ello es tan simple y llano. Reiteradas veces llegamos a creernos superpoderosos, orgullosos y enceguecidos por nuestras convicciones y nuestras posturas estáticas, y esa actitud nos llega a nublar el criterio de un buen discernimiento.
En esos casos, nuestra capacidad debería abrirse en humildad y reconocimiento de que solos, no podemos.
Saber pedir es un don divino al igual que el saber dar. Pedir ayuda no suele ser reconfortable ni llena a uno de orgullo, sino por el contrario, lo torna limitado y humano.
Cabe recordar el inmenso placer que genera poder extender la mano a quien lo requiera. No se entra en ninguna deuda impagable. Por el contrario, genera vida y significado en el otro.
No es cobardía ni debilidad, es valentía y humildad, al reconocerse que uno no puede vivir sin el otro, y que el otro puede tener la dicha de estar a mi lado.
Es sólo cuestión de permitirse disfrutar tanto al dar como por sobre todo, al necesitar de la presencia del otro”.
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