18 nov 2012

Como somos nosotros mismos quienes generamos castigos en nuestra vida

Desde el Diccionario de la Real Academia Española, el castigo es entendido como una pena impuesta por un delito. Una reprensión, aviso, consejo, amonestación, corrección, advertencia y enseñanza

Son muchas palabras disímiles, pues tienden a resultados diferentes.

Ahora bien. Deberíamos diferenciar entre aquel castigo que proviene de afuera, del medio que nos rodea (cultural, social, familiar, etc.), de aquel otro que proviene desde nuestras neuronas (autoreproche, remarcación del error, censuras, etc.)

En verdad, el castigo más complejo para desanudar, evidentemente, es el que proviene de aquella instancia que llamamos "conciencia moral". Dicha instancia, compuesta de normativas culturales y familiares, señalan constantemente lo que está bien y lo que está mal, lo que debería hacer y lo que no debería hacer, etc.
Desde una lectura superficial, dicha instancia parecería ser beneficiosa para uno. Sin embargo, lejos de ello, muchas son las veces que rumean en nuestra cabeza, reproduciendo cientos de veces, escenas vividas con dudas o con desenlaces no esperados. Es más. más de una vez nos suele quitar la tranquilidad del sueño.

Las censuras que muchas veces nos imponemos casi sin pensarlas, son producto de dicho proceso mental. Se sumergen en culpa y arrepentimientos en los cuales suelen ser callejones sin salida.

La razón -ubicada en el lóbulo prefrontal- poco puede hacer ante semejante tempestad interna. Los innumerables intentos de poner la mente en blanco se ven obstaculizados por un encadenamiento de pensamientos e imágenes que no hacen más que realimentar dicho estado de malestar.

¿Qué hacer?

Si bien no hay receta exclusiva, sí puede intentarse por caminos alternativos.

1. Ponerlo en una hoja. Escribir todo, exactamente todo lo que va aconteciendo y rodeando aquel pensamiento negativo

2. Buscar un estímulo que me permita correr la mirada, la atención, y que ese estímulo promueva sacarme del estado de letargia y negativismo

3. Compartirlo. Nosotros somos seres sociales desde su esencia. Encontrar un interlocutor válido, adecuado a "nuestro propio estilo", no cualquier persona, en la que pueda exponer mis contradicciones, sentirme escuchado y acompañado, y favorezca la confianza en mí mismo

Cabe recordar una de las frases que suelo utilizar:

"Recuerda que no hay obstáculo que el ser humano no esté preparado para poder sortear" (Shneerson)




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